Por: Yenlid Julieth Flórez – Foto: Leidy Salas
Las manecillas del reloj se asignan sobre un 6 y un número 12, marcando así las seis de la tarde y dándole la bienvenida a los juegos de calle, esos que son protagonizados y liderados únicamente por los niños.
Cae la tarde sobre Turbo y de inmediato corren distintas edades; dos, tres, cuatro, siete, nueve, trece y hasta catorce años saltan, brincan y disponen su cuerpo a la dinámica.
Todos se sientan en la tierra y se hacen en mesa redonda. Una niña de aproximadamente ocho años toma la vocería y explica las reglas del juego, tras un discurso de unos 10 minutos comienzan a jugar.
<< El sun sun de la carabela, el que se duerma le meto una pela. El sun sun de la carabela, el que se duerma le meto una pela. >>
Todos empiezan a cantar fuertemente, y un niño se encarga de caminar por detrás de los otros para poder dejar la ramita a alguno de los que están en la ronda, y luego cada quien se asegura de ver si la ramita quedó en su puesto para poder dar pelas.
Así juegan los niños de Urabá, revelando dinamismo en sus rostros y contagiando las calles de alegría.