Por: Aura María Estrada Galeano
El tiempo ha pasado y Pavarandocito como llegó a llamarse alguna vez, hoy solo hace parte de uno de los cuatro corregimientos de Mutatá, aquel municipio que traducido en lengua indígena significa valle de piedras.
Mutatá ya tiene 72 años de existencia y se encuentra entre los municipios más jóvenes de la región. Sus brazos abrigan alrededor de 20 mil mutatences y lo convierte en un refugio que a veces suele ser tan frio como el hielo y muchas otras tan picante como el sol.
Una tierra dueña y señora de los ancestros indígenas, donde florecen las piñas más dulces y salen las yucas más frescas; un lugar maravilloso que cautiva con sus aguas cristalinas, que deslumbra con sus mágicos paisajes y con su espectacular clima.
Un valle lleno de historia, de adrenalina, de carisma puro y de un disfrute seguro. Un encanto tropical que es la puerta de entrada a Urabá por la vía al mar.