Por: Yenlid Julieth Flórez
Criada a escasos pasos del mar, unos pocos que me han permitido ser testigo de ocasos, algunos intensos, otros inesperados y otros no tan notorios. Un crepúsculo que roba miradas y que trae consigo espectadores por montones. Y es que como no, si el cielo se torna de varios colores; anaranjado, azul, rosado, violeta, amarillo todos estos alrededor de un sol que decae poco a poco, que se envuelve en nubes y que conjuntamente con el mar, hacen un espectáculo lleno de colores.
El sol se pierde detrás del horizonte, una escena que no solo proyecta belleza, también trae consigo tranquilidad y armonía. Es tan normal ver a diario el ocaso que como ave de paso va, escuchar el vaivén de las olas, sentir la arena húmeda en los pies y ver como el sol se oculta, llevándose consigo una mezcla de colores que en su marcha genera un cambio de estado de ánimo, y que permite, ver el lado hermoso de la naturaleza.
En mi Turbo el aroma de mar y la magia de la tarde, permite ser coleccionista de atardeceres.
Turbo, casco urbano.
Camerún, zona rural del municipio de Turbo.
Turbo, casco urbano.
Martina, zona rural del municipio de Turbo.