Por: Sergio Ríos – Foto: Sergio Ríos
A 45 minutos del casco urbano de Chigorodó, danzan las brisas ribereñas en las cercanías de la vereda Juradó, allí, los domingos la cancha principal es el epicentro de eufóricas actividades como el fútbol y el stunt (actividad que consiste en hacer acrobacias encima de una motos o bicicletas ) o la iglesia que entre árboles congrega a grandes y chicos, los adultos de mirada apacible y seria caminan por sus alrededores expresando en el levantar del polvo, una tranquilidad inmarcesible, los menores en cambio, corren con luceros en sus ojos y energía aparentemente eterna.
A tres minutos caminando de la iglesia principal, está un puente sobre el río, que merece halagos por su panorámica imponente y misteriosa, los azules y verdes son los protagonistas, se toman el espacio después de la empedrada playa llenando el río, las sombras, las hojas, las montañas y las nubes que rozan las copas de los árboles.
Hombres, mujeres y niños llegan a este bañadero, en buseta, moto o hasta en camiones en los que sorpresivamente cargan hamacas e incluso muebles, con sus cuatrimotos a gran velocidad por la playa otros se divierten.
Desde sus alrededores resuena la música haciendo que el ánimo aumente e incluso incite al baile, al caminar por un corto sendero se encuentra la venta de comida, gaseosas, mecatos y cerveza.
La tarde muere mientras el sol se esconde entre montañas colmando de pasividad este paraíso ribereño, los visitantes empiezan a irse y para los que como yo, fue su primera vez en aquel río, solo queda la sorpresa y felicidad de encontrar un sitio como este en Urabá para disfrutar en familia.