Por: Karen Katherine Vinasco Jiménez – Foto: Cortesía
Jader, reside en el barrio Obrero en compañía de su madre, hermanos y abuelo. El negro, como lo llaman sus compañeros del club, conforma una las tantas familias singulares con trabajos convencionales de la región.
Enamorado de su barrio y deseando enorgullecer a su madre, Jader empieza además de estudiar, entrenar el nuevo deporte que estaba afiebrando a los chicos de su colegio, el Rugby.
El tiempo pasaba y su cuerpo, como era de esperarse, empezó a cambiar. La exigencia que así mismo se daba y la que recibía de los entrenos imparables, estaba empezando a notarse. El entrenador, impresionado de su agilidad y desempeño decide ascenderlo al grupo de los mayores, conformados por los chicos más audaces y experimentados en la disciplina. Por su parte, Jader, fascinado, empezó a entrenar con mayor intensidad y a otro nivel, sin saber que más temprano de lo que esperaba obtendría su recompensa y las razones de enorgullecer -como tanto quería-a su familia.
Un día mientras entrenaba, recibe la inesperada sorpresa de que había sido elegido con otros compañeros para representar a Colombia en un intercambio deportivo en Inglaterra.
Su sueño prematuramente se cumplió. El deporte, al que tanto le apostó y lo sigue haciendo, transformó en grande su vida. Avivó su espíritu noble y su filosofía de atleta en donde el contacto es más que necesario para un mensaje de integridad, paz y esperanza.