Por: Milton Andrés Atehortúa
El profe Moya, como se le conoce a Yomar Andrés Arteaga Moya, es un joven de 20 años, que hoy, como muchos “héroes sin capa” de nuestras comunidades, busca a través del deporte, llevar un mensaje de convivencia, disciplina y paz a los jóvenes y niños del corregimiento Caucheras, en Mutatá.
El profe nació en el corregimiento de Caucheras y aunque desde muy niño se trasladó hacía el municipio de Mutatá, hoy está nuevamente en su tierra de origen. Se graduó como bachiller académico en el 2014. Luego, su pasión por el fútbol y la dirección técnica, lo impulsaron a estudiar Entrenamiento Deportivo en el SENA. Ese nuevo conocimiento y la pasión que siempre ha tenido, lo tienen hoy, como él mismo dice, “empeliculado con el proceso”.
Yomar tiene un aspecto tranquilo y pasivo, lo confirma el tono tenue que utiliza para referirse a los demás. Siempre se dirige con respeto y seriedad, como dándole peso a su nuevo apelativo: El profe Moya, quise estar en uno de sus entrenamientos y saber qué pasaba con su personalidad y cómo se llevaba a cabo el proceso. Aquí una narración desinteresada de lo que percibí.
El entrenamiento
El joven calmado y de voz tenue que uno ve mientras conversa con él, desaparece de inmediato cuando el pito y cronómetro hacen parte de su indumentaria. “¡Recibí, mostráte, pasa, pasa. Pégale, volvemos, volvemos, cambio de mentalidad… Entregá, entregá, péguele… Esooo!”, grita el profe, mientras se mueve por toda la cancha y deja caer el piso ardiente de la placa deportiva, algunas gotas de sudor. Uno pensaría que para ser técnico de fútbol, basta con saber de fútbol, pero considero que hay algo más importante aún: la personalidad, hace falta creerse el cuento, sentirse técnico, hablar como técnico, lograr que los alumnos vean algo de superioridad en uno, y en eso, Yomar tiene terreno ganado. Me sorprende como algunos de sus alumnos, que normalmente tienen cercanía con él, responden con seriedad a sus directrices, creo que normalmente tienen cercanía con él, responden con seriedad a sus directrices, la creo que separar amistad del proceso es el reto más grande que se tiene y él lo viene haciendo bien. Hoy el profe Moya, como se le ha empezado a conocer, tiene un proceso con proyección seria, cargado de perseverancia y positivismo, con retos grandes como la consolidación de un club y con unos jóvenes que quieren trabajar, pero que necesitan buenas directrices.
La vida del profesor, en otras palabras, es como el fútbol mismo: cambiar la mentalidad cuando las cosas no vayan bien, asociarse con otras personas para ejecutar los proyectos, parar cuando sea necesario, tener uno y dos tiempos para planear las cosas, hacer goles cuando se presente la oportunidad; correr, trotar, caminar y soñar hasta que suene el pitazo final… eso también es la vida.