Por: Territorial Urabá Darién – Foto Territorial Urabá Darién
Durante la época más cruel en que el conflicto golpeaba a la subregión de Urabá y al país, a mediados de los 90, ya se tenían antecedentes de la dinámica del mismo originados principalmente por la disputa del territorio por grupos como el EPL, FARC y posteriormente las autodefensas, quienes sembraron de tal manera el terror que comenzaron a provocar el éxodo masivo de familias, lo que se intensificó a partir de 1998 según los estudios reflejados por organizaciones defensoras de derechos.
Es precisamente la época que referencia como dura, Julio César Echeverry, un campesino de Turbo Antioquia, quien por cuestiones de origen conserva el dialecto paisa, el cual contrasta con las influencias lingüísticas del Caribe existentes en la subregión, él y su familia tuvieron que huir, dejando atrás un rentable negocio productivo como exportadores de plátano y ganadería, el cual ejercía en la finca que heredó de su padre y la que debió abandonar para preservar su vida.
“la mayoría del campo quedo desolado, muchas familias las mataron a todas, nos desplazamos, nosotros sobrevivimos y aquí estamos, éramos exportadores de plátano vivíamos bien porque teníamos también ganado, con el desplazamiento se perdió todo, las fincas que se quedaron solas”.
Se refiere a la vereda de Caracolí, del corregimiento Alto de Mulatos, municipio de Turbo, justo en la región central conocida como el eje bananero, de Urabá, allí donde actualmente residen alrededor de 60 familias, para las cuales de un momento a otro les cambió la vida, debido al conflicto “la carretera el Tres San Pedro De Urabá duró dos años que nunca más volvió a aparecer un carro, por las amenazas que carro que aparecieran lo quemaban, entonces la carretera se perdió, las pocas familias que quedaron, en la parte norte de Turbo, salían de San Pedro y sus veredas hacia Turbo a pie o en bestia y la poca gente no tenía por dónde sacar sus productos”.
El precio de regresar
“después que ya el conflicto pasó un poco en la región 2001,2002, muchas familias comenzamos a retornar a nuestro territorio, solos, a volver a comenzar de cero y darle gracias a Dios porque estábamos vivos, cuando volvimos la carretera parecía un túnel, se rastrojó, los arboles tapaban la carretera, que le daba a uno miedo seguir”.
Con el miedo aún latente, los que decidieron regresar sin imaginarlo y sin opción, volverían a ser presas del conflicto, esta vez en un círculo igual de peligroso pero que se convertiría en ese instante paradójicamente en la única opción de donde agarrarse y garantizar en cierta forma inmunidad ante el imperante fenómeno, de alguna manera, impuesto por las fuerzas ilegales que operaban circunstancialmente en el territorio” muchas familias resultamos metidos en los cultivos ilícitos porque muchos grupos habían plantado cultivos en los territorios que habían quedado abandonados, y ya no había otra cosa que hacer y resultamos pues involucrados en los cultivos ilícitos, pero gracias a Dios que nos dimos cuenta rápido que habían unos programas a nivel país que era plan Colombia, estaba en Amazonas, Putumayo, Caquetá, Nariño Cauca, zonas focalizadas a nivel de país como zonas cocaleras, Urabá no estaba focalizada como zona cocalera, a nivel central el gobierno desconocía la existencia de esos cultivos acá”.
“A finales del 2002 nos organizamos una cantidad de líderes de Juntas de Acción Comunal, de municipios como Turbo, Necoclí, San Pedro de Urabá, una comisión de siete campesinos que fuimos a Bogotá a pedir ayuda y a denunciar y a contar que nosotros en Urabá teníamos cultivos ilícitos porque la guerra nos llevó allá, pero somos, gente honesta, campesinos que no teníamos que ver con cultivos ilícitos antes de la guerra, la guerra nos llevó a eso, queríamos salir de ahí, apostarle a la legalidad”.
Aunque pareció al principio que había sido un intento fallido, ya que en esa primera visita no se podía corroborar lo expresado por César y su comitiva no se dieron por vencidos, “allá en Bogotá no creyeron mucho que acá en Urabá había Coca, se siguieron las conversaciones y ya mandaron gente desde Bogotá a mirar, del Departamento de Prosperidad Social, Naciones Unidas, a verificar si era cierto y se dieron cuenta que sí”.
“Seguimos gestionado que queríamos pertenecer a ese programa de plan Colombia, para la sustitución y apostarle a la legalidad, se hicieron los tramites, el censo de las familias que estábamos en el radio de influencia de esos cultivos, porque directa o indirectamente miles de familias en la región y el comercio, tenían que ver porque se movía dinero, en compras , cuando uno hacia una compra nadie le preguntaba si esto es de vacas, plátano, coca…es una economía ilegal que se mueve a nivel país, mundial, a nivel planeta”.
César tenía el propósito y la necesidad de salir de la ilegalidad como él lo dice, ya que sus anhelos y principios no le permitirían estar tranquilo, sin desistir sorteó todo tipo de inconvenientes, con el tiempo en contra y mediante pequeños sacrificios que tuvieron que hacer para llegar a ello pero sin perder el norte que como comunidad buscaban, comenzaron a hacer eco en la región” nos daban, algunas veces, la una de la madrugada llenando papelería, en Necoclí hicimos una marcha “cocalera” donde íbamos más o menos unos 4000 campesinos nos reunimos con generales del ejército, de la policía, el departamento de Prosperidad Social, ,organismos internacionales.
“Esa vez hicimos un compromiso le prometimos a nuestras familias, a nuestros hijos, que íbamos a hacer una erradicación manual de cultivos ilícitos que le prometíamos a nuestros sucesores que jamás iríamos a volver a sacar cultivos de coca, hicimos una especie de juramento muchas familias lo hemos cumplido, nos dieron 60 días para erradicar entre Turbo y Necoclí, sin el dato de San Pedro, logramos erradicar 1600 hectáreas, en 60 días”.
Sin saberlo esta comunidad en el mismo proceso de transición de esa vida que habían elegido no por voluntad propia, comenzaron a sentirse acompañados por la instituciones y entre ellos, poco a poco se conocían y enfocaban sus anhelos”, nos hacíamos convites de cincuenta personas, hasta 400, íbamos de lugar a lugar erradicando, nuestras esposas hacían de comer a los erradicadores y así de una a otra vereda, conocimos con muchísima gente, hasta fuimos a veredas donde antes por muchas cosas nos daba miedo ir, estuvimos 72 líderes de 72 veredas del sur de Necoclí, después San Pedro de Urabá, ya recibíamos apoyo del estado donde aquí hubo ausencia del estado por muchos años”.
“Nos dieron esa oportunidad, nos vinieron demasiadas cosas, fueron tantas las ayudas que no alcanzábamos a asimilarlas, porque había ausencia del estado, donde no tenías apoyo de nada, y vienen las entidades a querer trabajar y ayudarte, unas con acompañamiento social y psicológico, otras con proyectos productivos”.
Esos proyectos productivos, las capacitaciones, según cuenta César repercutieron en otras regiones beneficiando familias hasta en el Chocó, “comenzamos a cambiar la coca por muchas hectáreas de caucho, cacao, maderables, posadas turísticas en la vereda el Carlo en Necoclí, artesanías, pescadores artesanales, familias guardabosques, guardagolfos, casi 3200 familias beneficiadas”.
Hacia la recuperación, reconstrucción del tejido social y las mieles del cambio
“Comenzaron a capacitarnos, volvieron a hablarnos con psicólogos, porque muchas familias quedaron con una cantidad de traumas, porque les asesinaron a casi todos sus integrantes, reponerse de eso no es fácil”.
A la par con la asistencia técnica para emprender sus proyectos productivos, recibían el acompañamiento psicosocial, y la oportunidad de abrirse nuevos caminos “la guerra dejó miles de cicatrices muy tremendas a nivel de región y de país, pero cuando comenzaron a enseñarnos como se hacían viveros de cacao, nos dimos cuenta de que había otras economías legales con las cuales podríamos tener mejores cosas”.
Aunque César, manifiesta que no tenía conocimiento de producción de cacao, ni de muchas otras opciones productivas que les ofrecían, fue así como comenzó a visualizar otro panorama, al llamar la atención y recibir la respuesta del gobierno y organizaciones internacionales, llegaron los proyectos productivos, de cacao, teca, caucho, turismo, que ofrecían otras opciones de sustento a estas familias, él junto a su esposa Norelia, optaron por el mundo de las abejas, con acompañamiento y asistencia técnica lograron establecer un apiario en su finca, hoy habla como todo un experto, con convicción y amor sobre las propiedades y beneficios de las abejas, tanto se empoderó del mundo de estos polinizadores que serían por medio de ellas que viajaría como conferencista a Washington.
“Tenemos 20 colmenas, abejas y miel, entre los proyectos estaba lo de apicultura y mi esposa me dijo ¡uy la miel como es de rica!, metámonos con abejas, no sabemos, pero si tenemos un técnico vamos a saber, entonces nos metimos en el proyecto de las abejas, desde 2005, una bendición, porque el hombre ha explotado las abejas unos 7000 años A.C, el hombre se da cuenta de lo rentables que son, y hasta se han escrito libros investigando sobre las abejas”.
Rumbo a Washington
Sobre esta experiencia, escasa para muchos, Cesar hace una profunda reflexión, en torno a que, lo malo que sucede puede conllevar a algo bueno, al calificar su experiencia personal” en nuestra vida han pasado cosas grandes, existe el día y la noche el bien y el mal, después de ser exportadores de plátano por varios años y que la guerra nos haya llevado a estar en los cultivos ilícitos, que es algo nocivo para nuestra sociedad a nivel del planeta, no escoge estrato social , yo veo eso horrible porque los seres humanos acaban con ellos mismo y sus familias”.
“de las cosas malas, algunas veces surgen cosas buenas, si yo no hubiera estado en los cultivos ilícitos no hubiera tenido la oportunidad de tener el conocimiento que he adquirido cuando vi otras cosas, de poder erradicar los cultivos ilícitos, de volverme un líder en la zona de Urabá, y el reconocimiento a nivel del país, la oportunidad de haber ido al congreso de los Estados Unidos”
Esto fue en octubre del 2007, recibió la invitación de la universidad de Georgetown en Washington, a contar su experiencia de cómo a través de la miel y otros proyectos, familias de su vereda transformaban su historia, “tuve esa fortuna, fue como una lotería pues ganarse uno eso a nivel de todos los líderes que había en ese momento, a contar todo lo que sabía, de cómo el programa guardabosques en el país nos había cambiado la vida, que éramos antes, en ese momento y hacia dónde íbamos era algo maravilloso”.
“Hasta tuve una anécdota bien chévere porque me llamaron como a las 10 de la mañana que me necesitaban urgente en Bogotá, me dijeron, vas a venir en barco, burro o avión pero necesitamos que te vengas… solo tenía en mi billetera 4000 pesos, pero arreglé mis papeles y le dije a mi esposa, amor tengo que estar en Bogotá hoy, porque viajo a Estados Unidos y debo hacer las vueltas de la Visa y el Pasaporte, y el viaje es la otra semana, empaqué tres mudas de ropa que tenía, en un bolsito y mis 4000 pesitos, y en una moto me fui de la vereda al Aeropuerto de Carepa”.
Sin duda un acontecimiento crucial en la vida de César, quien emprendió ese viaje con decisión y al mismo tiempo con susto por lo nuevo que iba a enfrentar, “con lo que llevaba y el apoyo de la entidades que me esperaban en Bogotá, me fui ,entonces aprendimos a ser optimistas, porque donde yo sea un líder pesimista el pasaje de mi casa al tres vale 5000 y no tenía sino, 4000 y yo hubiera dicho no pues yo no voy para allá porque yo no tengo con qué, solo eran las ganas y decir no, esto no es obstáculo, vámonos”
No sólo representó con altura a su comunidad sino al país, regresó con mayor convencimiento que lo que estaba labrando era ejemplo para otras naciones, y que significaría su presente y futuro, “he conseguido formación como persona porque ser líder no es fácil, somos líderes sin esperar reconocimiento económico, porque cuando tú te metes en algo, desafortunadamente descuidamos a nuestras familias, muchas veces la finca”.
“Ser líder es un trabajo muchas veces de ingratitud con las personas eso lo sabés, es decir ayudemos como líderes, pero no esperemos que alguien nos va a agradecer uno no espera nada, porque nos ha tocado muy duro, se consigue uno muchos enemigos porque la gente no entiende, y ve algunas veces a líder como un enemigo, entonces muchas veces, personas en contra de uno, otras en pro de todas maneras, Dios es grande porque estamos vivos” afirma con la sonrisa tímida y el brillo de sus ojos claros escondidos en profundas cuencas bordeadas por el sol.
“le doy gracias a Dios porque nos sentimos felices que le hemos ayudado a muchas familias en nuestra región y a nivel de país porque los programas son como una escuela, tuve la oportunidad de terminar mi bachillerato, estuve estudiando porque mi padre murió en los 80 estando muy jóvenes y yo me quedé unos 27 años sin volver a un colegio, somos 9 hermanos, gracias a Dios vivos, 5 hombres 4 mujeres todos del campo, nuestros padres nos dejaron una finca cada uno tiene su parte”.
César reconoce que la familia ha sido su gran soporte, sus dos hijos y su esposa Norelia, quien es tejedora del sujeto de reparación colectiva del Tres, “ella y yo somos un gran equipo, nos apoyamos y así buscamos lo mejor también a la comunidad”.
Y ahora qué viene …
César es un incansable hombre de campo, a quien no le ha quedado grande sacar el apiario adelante, y reinventarse cada día con lo que le otorga la madre tierra, a quien muestra un admirable respeto, y sabe cómo producirla” comercializamos la miel y por mi cuenta busqué aportar otros productos como propóleo, polen, y jalea real, y espero adquirir unos equipos para fortalecer, tengo 80 árboles de mango Tomi, tengo mango injerto, orgánico de buena calidad y lo llevo a supermercados”.
“Estamos en proceso de paz hablar de paz es complejo se mueven muchas cosas, la religión, la política, situaciones que no son fáciles , se vivió un conflicto las cosas tienen un principio, hay tiempo de amar , tiempo de odiar , tiempo de destruir, tiempo de construir, de llorar y de reír, esto va por tiempos, ya hubo un tiempo de paz que se deba dar, los seres humanos en la tierra estamos alterando nuestro ecosistema y nos llevará a futuro quizás, a desaparecer, nuestra vida es corta hay que tratar de vivir cada segundo de nuestra vida”.
Entre sus quehaceres en el campo, César reflexiona y se hace constantemente interrogantes de acuerdo a la situación, con la sabiduría innata, que se está viviendo en el país “la paz está en cada individuo, la paz comienza cuando hacemos un alto en el camino si lo que hemos hecho en nuestra vida tiene sentido, donde muchas personas por muchos años defendieron unos ideales, y a pesar de tantos años en la guerra, hoy dicen “fuemama” yo perdí 40 o 50 años estando en la guerra, matándonos los unos y los otros y yo qué hice, qué fue de mi familia, de mi vida, yo que conseguí con eso, no nos damos cuenta que la guerra nos estuvo utilizando o nos utiliza”.
En la actualidad dice sentirse y se nota feliz y aunque sabe muchas cosas sobre producción, afirma que aún le falta mucho y más maquinaria para convertirse en un empresario, aunque técnicamente ya lo es, porque tiene su proyecto organizado, vive feliz con su familia, rodeado de grandes arboledas con frutos, no hay rincón en su finca que no produzca, allí donde pareciera que lo tuviera todo, y donde por fin respira tranquilidad, la tierrita, como dice le ha devuelto con creces, lo que alguna vez el conflicto le quiso arrebatar” quiero tratar de ser empresario, mejorar la calidad de vida, me siento feliz de haber dejado lo ilícito le doy gracias a Dios que me dio ese entendimiento, después de ver tantas cosas que nos ha dejado todo eso”.