Por: Milton Andrés Atehortúa Taborda
Un homenaje a nuestras prácticas culturales.
El cultivo de arroz fue uno de los elementos culturales y económicos que aportaron los cordobeses cuando llegaron a esta región. Es por ello que un pilón y una mano de pilar son herramientas de primera necesidad en muchas partes del Urabá. Quizá la zona norte es donde más se da esta práctica. Allí, se encuentran municipios como San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá o Necoclí. Sin embargo, en muchos otros municipios y corregimientos del sur y la zona centro, también se pila arroz y maíz y se tiene entre la herramienta el pilón y la mano.
Cuando digo que pilar es un arte lo digo, sobre todo, por el respeto que tengo a las personas que pilan. Porque parece sencillo, pero estoy convencido de que no se trata solo de golpear con la mano los puños de arroz. Doña Fela, oriunda de San Juancito de Bijao, una vereda del corregimiento de Mulato, en Necoclí, ella pila arroz desde que era niña, su madre le enseñó y que a su madre le enseñó su abuela. “Pilar era como una labor del hogar, de la mujer. En mi pueblo nos juntábamos varias mujeres a pilar debajo de unos árboles grandes. Allá la brisa pegaba fuerte y era mucho mejor para ventiar el arroz” recuerda doña Fela.
Para pilar se necesita el pilón y la mano, que se hacen con maderas finas, aunque, dice doña que un pilón sencillo y de poca utilidad se puede hacer con otro tipo de maderas. Para pilar hay que tener cierto bagaje, un novato podría ampollarse las manos con treinta golpes y si se excede en fuerza, probablemente, quiebre el arroz. Si no lo sabe ventiar bota la mitad y si es su primera vez, seguramente, no alcance a pilar ni para un almuerzo.
Doña fela en una o dos horas, hasta veintiún libras de arroz. Ya sus manos no se ampollan y, por el contrario, es como un ejercicio para su cuerpo. Ella asegura que mientras tenga salud y vida no comprará una libra de arroz porque, según ella el arroz pilado es muchísimo mejor que el arroz industrial. Y que además tiene un toque adicional: “Uno mismo lo cultiva, uno mismo lo pila y uno mismo se lo come” dice, entre risas, doña Fela.