Por: Ana María Muñoz Ramos
La tradición bullerenguera surge como expresión musical y de danza de la Costa Caribe Colombiana y de la provincia del Darién en Panamá. En nuestro país fue desarrollado por los descendientes de los cimarrones, que pudieron llevar una vida libre luego de una amplia lucha de ideales en el Palenque de San Basilio, expresando a través del bullerengue el sentir de la comunidad frente a hechos específicos, momentos históricos y como no, para recordar a quienes empezaron la lucha liberadora muchos, muchos años atrás.
En Urabá se conserva el legado bullerenguero que fue traído por ancestros de quienes por hoy son los grandes referentes en la zona y el país. Del Palenque se extendió a los rincones del litoral caribeño, llegando a Urabá y empezando un linaje que se extiende al día de hoy.
En el municipio de Apartadó se conformó hace poco más de dos meses el grupo Alma Negra, sin embargo la mayoría ya llevaban mucho más de conocerse en otros grupos que se fueron disolviendo, hasta encontrarse nuevamente por la pasión que los converge y que al parecer corre por sus venas.
Entre risas, bailes, palmoteos y muchas ansias comienza lo que sería uno de los ensayos de Alma Negra que íbamos a presenciar, en todo el centro del espacio que habían escogido para practicar en el colegio Alfonso López, ubicaron un par de sillas que serían ocupadas por los dos hombres que tocarían el tambor alegre y el llamador, algunos micrófonos fueron situados estratégicamente para los cantadores y así poco a poco se ubicaron las 15 personas que asistieron aquel día.
Su director Bryan Brun les daba indicaciones para comenzar mientras se pasaba la mano por el cabello y el rostro de manera rápida, intentando secar algunas gotas de sudor que por su rostro reposaban, el grupo acata de manera rápida y comienza el juego de roles, entre bailadores, cantadores y los instrumentos. Daniel fue uno de los primeros en comenzar el ritual de este “baile cantao”, mientras los coristas o respondones seguían la marcha de ese bello lamento, los bailadores comenzaban a salir, a retarse, a conquistarse y a enamorarse al son del bullerengue, en este grupo hay un rasgo que resalta y es la presencia de tres generaciones, sin embargo todos compaginan de manera natural.
Bryan Brun Cordobés de pura cepa, es un director carismático, joven y con ideas frescas para compartir, y claro abierto al dialogo de nuevas propuestas, como sucede en el grupo, en el que ha permitido que los integrantes realicen todos los roles, de esta manera ha descubierto algunas revelaciones de baile y canto, que no se habían dado anteriormente. La trayectoria de Brun viene desde su época infantil, ya que su familia tiene un gran recorrido musical, desde los abuelos hasta sus padres, que le supieron trasmitir aquellos saberes, llevando a este hombre a representar al país en diferentes competencias nacionales y a ganar títulos.
Con la ilusión que reflejan sus pequeños ojos rasgados habla del grupo, las metas que se han puesto y la proyección para todo lo que viene en un futuro no muy lejano, ya que este 7 de octubre tendrán su primera presentación en el festival de bullerengue de Turbo desde su dirección, Bryan sabe que en la región de Urabá hay grandes grupos consolidados que llevan amplia trayectoria, pero sabe además que el hecho de conocer a sus competidores los hará más fuertes para fortalecerse en aspectos que han ido reconociendo.
El baile es uno de los grandes disfrutes que tienen quienes practican el bullerengue, este tiene tres variantes: El sentao que se caracteriza por ser el más lento de todos, en el se escuchan lamentos normalmente, el fandango o porro que es un poco más movido y tiene en si más jolgorio y la chalupa que es la variante más rápida y folclórica.
Nuestro anfitriones nos despiden al son una rueda bullerenguera con un ritmo “sentao”, mientras las parejas se van turnando para salir a bailar al centro hasta que suceden los espontáneos relevos o “quites”, la sonrisa en el rostro de todos es una de las más bonitas sensaciones al momento de verlos interpretar aquellos movimientos serenitos, muy suaves, mientras al fondo se escucha con imponencia la percusión que poco a poco va bajando el ritmo hasta callar, porque ya es hora de ir a descansar, los lamentos ya no se escuchan más, la noche se comienza a ir muy rápido, y nosotros nos alejamos también, ¡hasta la próxima rueda que esperamos sea muy pronto!