Por: Andrés Taborda
De acuerdo con la creencia popular y algunos registros botánicos, el florecimiento de gran parte de las plantas que nos rodean, está asociado a la llegada del invierno.
Si usted es viajero o caminante observador, se habrá podido dar cuenta que los miles de matarratones –que en Urabá se utilizan como cercas vivas- florecieron hace poco. Esos matarratones, que por economía y tradición se han usado durante años en la región para levantar cercas y encerrar pequeñas parcelas, se adornaron con pequeñas flores de color rosado y blanco que le daban un toque de jardín a muchos tramos de la vía al mar. Debe tener en cuenta, que esa expresión de la naturaleza es, a su vez, el anuncia inminente de la temporada de invierno.
El matarratón o Gliricida sepium, según el portal web botánico Espacio de Telma, es un árbol de mediano porte que llega alcanzar hasta los 12 metros de altura. Es originario de América tropical y pertenece a la familia Fabaceae. Es por ello que suele desarrollarse con éxito en esta región. Sus hojas son pequeñas y de color verde. En tiempos cercanos al invierno suele florecer.
Dice doña Jesusa que los copos y hojas del matarratón sirven para la fiebre y el malestar en el cuerpo. “Se ponen a hervir en un litro o dos de agua y luego se baña con ellos. Si le pone fe, al otro día amanece aliviadito”, comenta. La raíz se tritura y sirve como veneno para ratones, a esa propiedad debe su nombre.