Vamos a conocerlo en compañía de quienes han sido parte de la historia de la región, por petición de los entrevistados su nombre ha sido protegido.
Por: Ana María Muñoz Ramos
Mientras hablaba se le llenaba de recuerdos la garganta, tanto así que se le entrecortaba la voz, ella miraba con esperanza a sus amigos y vecinos, pues sabe qué hace más de dos años la vida para muchos comenzó a tener un nuevo comienzo.
Antes de presentarles todo este universo que comienzo a dibujar, vamos a hablar de una mujer fuerte y llena de entereza, se llama Nubia, ella al igual que muchas personas de la región sintió como se desvanecía lo que con esfuerzo construía de la mano de su familia, para ella fue necesario tomar otros caminos que se alejaban de lo que soñaba, para empezar nuevamente pero con más fuerza.
Eran los años 90 en la región bananera, y esta mujer campesina se trasladó en compañía de su familia al territorio urbano (Currulao), allí empieza a aprender nuevas costumbres y dinámicas de la vida diaria, otras formas de rebusque comienzan a surgir, ella empieza a hacer chorizos y otros alimentos en casa, para luego salir a venderlos puerta a puerta, con el tiempo y después de darse a conocer, los pobladores ya le hacían encargos y hasta la buscaban para comprarle, a la par de este crecimiento del negocio, su hijo también lo hacía paulatinamente, con calma y con mucho amor, al poco tiempo pudo establecerse en un punto central, cerca de lo que hoy conocemos como la carretera de la vía al mar, allí permaneció por muchos años, siendo el sustento del hogar y un gran apoyo para sus padres, así, la vida le devolvía lo que con el corazón le entregaba a quienes la rodeaban, siempre mostró gran fortaleza pero ella no se imaginaba el importante papel que cumpliría.
Después de conocer un poco el contexto, nos trasladamos nuevamente a la época presente, su hijo ahora es un joven adulto, tiene una pequeña hija, y está próximo a cumplir el sueño de estudiar veterinaria, por lo pronto se emplea en trabajos alternativos y acompaña a su madre en la labor que desempeña, esta valiente mujer es ahora una de las representante de “Asopaquemas”, una asociación de campesinos de la vereda “Paquemas” del municipio de Turbo, esta sociedad se ha consolidado con fuerza, puesto que su mayor propósito es el de velar por los derechos fundamentales que tienen los campesinos que la conforman.
Los habitantes de Paquemas retornaron a su terruño hace poco más de dos años, a medida que les han ido restituyendo sus parcelas, algunos ya radicados en otras ciudades o municipios, le han él cedido el derecho de regresar a hijos o familiares cercanos para subsistir con otras dinámicas de vida, inexploradas para la mayoría, un ejemplo de ello es de la familia que veremos a continuación.
El camino a este lugar es un poco difuso, para llegar allí se debe ir acompañado por un conocedor o tener unas muy buenas referencias para no perderse entre la cantidad de brechas y entradas similares que se encuentran en el camino, primero se debe tomar la entrada que se dirige al dos, luego se toma la vertiente que señala a San Pedro de Urabá y más o menos después de dos kilómetros de trayecto y con la guía del rio que acordona la entrada al lugar, nos encontramos con una trocha que nos da el ingreso.
Nubia se encontraba cerca de la principal entrada.
En aquella ocasión se estaba dando una reunión entre propietarios, otros que están a la espera de la sentencia de la corte y funcionarios gubernamentales, en esta vereda ya se han restituido 36 predios, Nubia aún está a la espera de aquel espacio anhelado por tanto años. Ella camina con propiedad y distingue a todos los habitantes de esa extensión de tierra.
Aquel día portaba sus botas de caucho negras, un jean clásico y la camiseta blanca que la identifica como parte de Asopaquemas, se paró en el centro de los presentes que no sumaban las 20 personas, y les contaba sobre las reuniones que había sostenido en los últimos días, su acento era más bien maternal y comprensivo, los parceleros le tienen entera confianza, pues ha realizado importantes gestiones, como la de llevar el fluido eléctrico, con el apoyo de otras personas externas, sumado a esto esperan la construcción de 2 puentes que conectaran la vereda más adelante, esto sin duda con apoyo estatal y de entidades privadas, pero como dice Nubia: “Hay que estar pendientes de todo este proceso, para que no se quede quieto”.
La rendición que hicieron fue clara, falta mucho por hacer, sin embargo el balance productivo es bueno, quienes viven en la vereda, ahora tienen cultivos que comienzan a proliferar, uno de ellos es el arroz –es el cultivo que más ha pegado-, maíz, muchísimo mango, guayaba agría, sólo por mencionar algunos, sumado a esto animales como vacas, caballos y gallinas también han comenzado a darle vida a este lugar.
La Parcela de la familia Medina es autosustentable, produce todo lo necesario para el consumo y más, cerca de donde tienen ubicada la casa se encuentra una extensión de agua en la que tienen peces (tilapia y cachama). Las gallinas y los patos caminan por todo el terreno con total tranquilidad, Don Luis y su esposa emanan aquella paz necesaria para sobrellevar las cosas, y tan necesaria para la vida misma.
Los rostros que surgieron fueron de agradecimiento, hay brillo en una mirada que subraya cansancio, resignación que con los años se acumuló, pero que ahora empieza a ver un porvenir diferente, la esperanza fue esa luz que sin duda no dejaron apagar por completo aquellos resilientes que ahora caminan de la mano, intentando construir nuevamente lo que les pertenece.