Por: Carolina Portillo Torres – Fotos: Sergio Ríos
Contar historias es importante, pero hacerlo sobre personas que impactan en una sociedad únicamente con sus manos, cabeza y su corazón hace que la historia se vuelva más real, más cercana, mucho más fácil de asimilar y repetir.
Esta es la historia de Carlos Enrique Arango, un hombre que llegó a Urabá hace 30 años, luego de que decidió dejar de lado un pasado que no era muy bueno. Ahora ama tanto a Urabá que está dispuesto a hacer lo que sea por la zona, tanto así que se ha esforzado por ayudar a la zona con proyectos familiares, educativos y ecológicos, “sobre todo ecológicos”.
Carlos, o como todos le dicen Caliche, tiene muy claro que tus acciones pueden desencadenarse en otras situaciones “malas o buenas” y que siempre será “tu cielo o tu infierno las huellas que tu dejes”, comenta en medio de la entrevista, así pues, él ha optado por esforzarse en su comunidad para que sus acciones se vuelvan el cielo, no solo de él sino de toda su comunidad.
Desde entonces Caliche se declara como “El enamorado número uno de la zona de Urabá”, porque para él lo más lindo que tiene la región son los paisajes, los ríos, la flora y demás componentes que se vuelven a la región una maravilla para los ojos.
“Hace nueve años, tuve un grupo juvenil en medio de la guerra, 33 niños entre los 9 y los 15 años, hicimos una reforestación y el río no volvió a erosionarse”, comienza a contar su historia, entre muchos altibajos, amenazas, pocas colaboraciones, CalIche ha logrado sacar adelante sus proyectos.
Ha ayudado a la ecología de la zona, pero también a las personas, a que puedan estudiar, a que los jóvenes cambian sus formas de pensar y se esfuercen por tener una vida más que solo trabajar.
En su último proyecto, de la mano de los jóvenes, Caliche ha recuperado ecológicamente varios espacios de su Vereda Juradó, como un ejemplo a seguir, se pregunta por qué las alcaldías no se unen con los jóvenes de sus pueblos y ponen en marcha proyectos ecológicos para sembrar, limpiar y visualizar como lugares turísticos sus ríos y “Charcos”, como él los llama.
“Además de esto, hacemos unas fiestecitas todos los veranos: taponamos el río con costales que dona la gente, hacemos un charco artesanal de 60 metros y con los mismos árboles que sembramos hace nueve años, se hacen los trampolines para lanzarse al charco”, se invita gente de Chigorodó y Mutatá a que vayan a disfrutar del rio que ahora está limpio y fresco.
Es muy sencillo lo que hace Caliche: “Los amigos me regalan una carne, hago un ‘sancochito’, una comidita, nos ponemos a trabajar y luego se ven los resultados del amor por eso” (…) en conclusión, “ya ningún joven quiere que tumben un árbol al lado del rio”, dice orgullosamente caliche.
“La idea es poder hacerlo en otros ríos, para recuperarlos por medio de estas actividades sanas”, porque gracias a eso no se permite minería de máquinas, solo se permite la de “bateíta” que son las que no dañan los ríos.
Finalmente, luego de expresar su satisfacción y sus ganas por seguir adelante con muchos otros proyectos, deja unos mensajes importantes para todo Urabá y son:
Así que, “Solo hay que poner amor, sembrar unos arbolitos y esperar que el tiempo nos dé la razón”, Caliche.